Saberes para la igualdad. A todes quienes trabajamos en el INDES

Saberes para la igualdad. A todes quienes trabajamos en el INDES

𝐏𝐨𝐫 𝐀𝐧𝐚 𝐓𝐞𝐫𝐞𝐬𝐚 𝐌𝐚𝐫𝐭𝐢𝐧𝐞𝐳 (𝐃𝐢𝐫𝐞𝐜𝐭𝐨𝐫𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐈𝐍𝐃𝐄𝐒)

Poner en el nombre del Instituto la palabra desarrollo, al fundar el INDES en 1991, debió ser la expresión de un deseo y una visible apuesta. Ese fue un año de especial inestabilidad en la provincia, en medio de la doble presión de la política local, que no encontraba alternativa ni sucesor para Carlos Juárez, y de las políticas neoliberales de la Nación para el recorte del gasto público, en una provincia que por muchas razones dependía especialmente de éste para sostener y dinamizar su economía. La Facultad de Humanidades, de esa manera, no sólo hacía una propuesta y se podía al servicio, también desafiaba a ponerse metas y a trabajar en una dirección.

Como decía Bernardo Canal Feijoo en la apertura del PINOA en 1946, Santiago no es una provincia pobre, es una provincia difícil: aquí lo que prospera es fruto de la planificación, y la decisión para procurarse los medios, cuidar el crecimiento, anticiparse a las crisis. Lo que Canal también decía es que la profunda desigualdad interregional de la Argentina y la desigualdad socio-económica entre ciudadanos dentro de la provincia, constituían y constituyen aún, tal vez el principal obstáculo que necesitemos superar para lograr un desarrollo que no sea sólo crecimiento de PBI a cualquier costo, sino real ampliación de posibilidades para todas las mujeres y hombres, para favorecer vidas más plenas en una sociedad más democrática.

La continuidad institucional del INDES a lo largo de 30 años, con momentos más o menos intensos, en buena medida al ritmo de la importancia que la función CyT adquiría para el gobierno nacional en cada momento, queremos celebrarla en el marco de aquella propuesta de desarrollo social para Santiago.

Es fundamental para la provincia tener institutos de investigación de excelencia, donde se formen investigadores con capacidad de producción científica significativa. Es fundamental promover carreras y grupos de trabajo que lleguen a tener visibilidad en la comunidad científica nacional por sus aportes al campo. Sin esta base, nada de lo que hagamos aportará realmente al desarrollo provincial. El INDES no es un organismo estatal de gestión social, no es una ONG ni una cooperativa, su aporte al desarrollo provincial debe encuadrarse en la producción de conocimiento válido y validado en el campo científico, con toda la concentración en el trabajo y el bajo perfil que normalmente esta tarea requiere. Esto está en el corazón de su razón de ser. Y en este sentido tenemos aún mucho para consolidar: continuar formando jóvenes santiagueños y santiagueñas con conocimiento profundo y crítico de los temas que trabajan, con participación en los debates científicos nacionales e internacionales, finalizando desde allí sus doctorados en tiempo y forma, profundizando sus experticias luego en los primeros años de sus carreras; articular grupos de trabajo equilibrados, con investigadores/as sólidos, que puedan ayudar a formarse a los que van llegando y forjar una masa crítica que nos permita acceder a subsidios de investigación de mayor envergadura; una mayor internacionalización de la formación que no pierda de vista el anclaje local, pero lo resignifique y amplíe, especialmente hacia América Latina. El crecimiento exponencial de becaries e investigadores jóvenes de los últimos años no debe engañarnos. Hemos crecido gracias a políticas del gobierno nacional aprovechadas oportunamente, al apoyo de autoridades y colegas que nos ayudan desde dentro y fuera de la UNSE, y al compromiso y la pasión que puso cada une en su trabajo. Y a los 30 años, somos gracias a ello un instituto en consolidación, algunos logros que nos convierten en una gran promesa, pero también un espacio que debe afianzarse aún, y aquí deben concentrarse muchas energías.

El INDES es hoy también una presencia. Los vínculos estrechos con movimientos sociales, gremios, organizaciones de todo tipo, y también con áreas del gobierno provincial y nacional, en campos como el trabajo, el mundo rural, la educación, los derechos humanos, la configuración de ciudadanía, los problemas de género, las urgencias ambientales, la cultura y el patrimonio provincial, dan sentido a nuestra tarea en dos direcciones. En primer lugar, nos ayudan a salir de la lógica de la mera carrera personal e institucional, para ponernos de cara a las necesidades de la sociedad provincial, a sus demandas, a sus carencias y posibilidades, a la potencia creadora de la organización social y a los proyectos de desarrollo social que proponga el estado. Pero además, desde allí la producción de conocimiento, como bien sabemos, adquiere la posibilidad de la co-producción solidaria con quienes poseen una parte ineludible del conocimiento de los problemas a plantear y resolver: la de la experiencia cotidiana y su formulación reflexiva. Cuando pensamos en saberes para la igualdad, hablamos de multiplicar y consolidar también estas colaboraciones, para que nuestro conocimiento sea mejor y más pertinente, para que las luchas emancipadoras sean más posibles y para apoyar propuestas que contribuyan al desarrollo social de la provincia, aportando a los debates contemporáneos sobre cómo y qué vale la pena desarrollar, qué costos vale la pena pagar y cuáles no, y colaborar en las concreciones que apunten a más y mejor viva para nuestros conciudadanos y conciudadanas.

La pandemia, como a todes, nos puso a prueba durante casi dos años. Cada equipo de trabajo, con tiempos distintos y no sin titubeos, pasó a la virtualidad y continuó trabajando, les becaries cursando sus doctorados, les investigadores escribiendo, les docentes reinventando su tarea. Concursamos becas y proyectos de todo tipo, publicamos artículos, tuvimos centenares de reuniones en pantalla, fuimos tejiendo nuevos modos de estar cerca entre nosotres y con las instituciones y personas que nos apoyan. Nos preocupamos por entender el fenómeno inédito que estábamos viviendo y trabajamos sobre proyectos COVID financiados por el Mincyt, también publicamos un libro muy temprano sobre el tema. Fueron precisamente los lazos previos con personas, instituciones, organizaciones sociales, lo que habilitó la posibilidad de un trabajo de campo con nuevas técnicas virtuales, cuya eficacia y certidumbre debe ser aún reflexionada. Pero fueron ellos y la pandemia los que nos volvieron a sacudir sobre la necesidad de profundizar acerca de nuestro aporte en esta crisis civilizatoria que vive la humanidad, desde esta periferia del mundo periférico, que no es por esto un mero borde, sino una densidad propia, con su propia historia, sus saberes y sus potencialidades.

Y una última palabra: nos hemos acostumbrado a hablar de “producción” de conocimientos. Y es verdad que somos trabajadores como los demás: lo que hacemos es un trabajo, que a veces está mejor pago y a veces no, que exige disciplina, horarios, esfuerzo, concentración. Y también es verdad que de ello tienen que surgir productos, que se materializan en artículos, libros, tesis, organización de encuentros, informes y propuestas. Pero esta dimensión de nuestra tarea no debería hacernos olvidar otra, que constituye el impulso central de lo que hacemos: la alegría, el gozo de conocer. Esa chispa que se nos enciende cuando descubrimos algo nuevo, cuando vemos iluminarse algo que parecía oscuro, que nos hace seguir el hilo de un problema como si de ello dependiera la vida. Esa chispa de “entendí” que a veces se asoma en los ojos de nuestros estudiantes y constituye el alma de la docencia. En las ciencias sociales esa alegría es doble, porque se suma el gozo de la tarea colectiva, la pregunta formulada con otres, la amistad intelectual que se forja en la búsqueda conjunta, la experiencia sobrecogedora de recibir el alma de un informante al hacer una entrevista, de ser depositaries de la confianza y la expectativa de organizaciones sociales a quienes les va la vida en lo que hacen, y la pasión común por querer que el mundo en que vivimos sea un poco mejor. Que las presiones del sistema científico, de sus reglas necesarias y sus exigencias de productividad no nos despojen de esta alegría y esta pasión.

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